lunes, 23 de julio de 2012

Una luna para todos...

    Es de sobras conocido que nuestro satélite, la Luna, es el regente de Cáncer, y que ello es indicativo de las fluctuaciones de nuestra naturaleza emocional y sensible. Las fases lunares son elementos simbólicos de interpretación acerca de cómo desarrollamos nuestra propia subjetividad; mi estado de ánimo determina en gran medida cómo concibo la vida que me rodea y las posibilidades que tengo a mi alcance.
    Esto significa que la voluntad o el propósito de lograr algo importante para cualquiera de nosotros -representado por el Sol- depende directamente de esta misma subjetividad ya mencionada. ¿Acaso lo que pretendo para llegar a ser feliz es menos importante que un transitorio estado de ánimo depresivo? ¿Percibir la vida a través del color "rojo" -con ira y empuje- me inhabilita para valorar la necesidad del color "verde" -una actitud moderada y de acuerdo con la naturaleza-? ¿Si me siento débil significa que mi fortaleza es un concepto meramente teórico?
    Es obvio que, seamos Cáncer o no, este mecanismo de percepción tan personal condiciona nuestra experiencia acerca de nuestras metas y objetivos y por esta razón se podría plantear que la Luna viene a ser como el regente de la estructura emocional del ser humano -pocas veces racional-, es decir, el regente de todo individuo nacido en este planeta.
    Todos compartimos este estado variable, temporalmente creativo pero también depresivo, tendente a la inseguridad y el temor, aunque fértil en el campo casi infinito de la imaginación...
    Astrológicamente, pueden analizarse varias opciones en cuanto a la influencia de la Luna en un mapa natal, pero en aras de la simplicidad sería conveniente interpretar la Luna en conexión con los cuatro elementos que son la base psicológica de cualquier persona vinculada a su mapa natal.

    La Luna en signos de fuego (Aries, Leo, Sagitario)
    El estado de ánimo -subjetivo- tiende a la sensación de lograr algo importante y altamente significativo que suele generar un intenso toque narcisista, una necesidad de no ser derrotado especialmente en un período de euforia o excesiva autoconfianza -a la que es muy difícil renunciar-, e inclusive la percepción de que el mundo no es sino el escenario de la propia voluntad -y los demás deben ajustarse a este parámetro- anteponiendo el ego personal basado en "querer es poder".

    La Luna en signos de tierra (Capricornio, Tauro, Virgo)
    El estado de ánimo -subjetivo- tiende a la sensación de que lo convencional y ortodoxo es sinónimo de madurez y sentido común, una necesidad de estabilizar y conservar que puede conducir al inmovilismo o la dificultad de cambiar, e inclusive la percepción de que el mundo es eternamente el mismo, que nada cambia y en consecuencia el esfuerzo sólo sirve para reforzar lo conseguido y perpetuar la presente conciencia de la realidad.

    La Luna en signos de aire (Libra, Acuario, Géminis)
    El estado de ánimo -subjetivo- tiende a la sensación de que el mundo conocido no es sino una aproximación a la verdadera realidad tan sólo perceptible a través de la lógica y la razón, una necesidad de alienarse de los instintos y las emociones "subidas de tono" que conduce a una probable superficialidad en los contactos, e inclusive la percepción de que el mundo es un conjunto desorganizado y en cierto modo caótico que impulsa a encontrarle una explicación a través del análisis y la comunicación -también a través del aislamiento o alienación social-.

    La Luna en signos de agua (Cáncer, Escorpio, Piscis)
    El estado de ánimo -subjetivo- tiende a la sensación de que la felicidad sólo es realmente alcanzable bajo el supuesto o la premisa de que nunca nos abandonarán aquellos que más necesitamos, una necesidad de evadirse de la realidad por medio de la fantasía, las adicciones y la depresión producto de una conciencia de víctima, e inclusive la percepción de que el mundo viene a ser como un eterno drama en el que el placer se alterna con el dolor y las ilusiones "chocan" o se enfrentan a la cruda realidad que es testimonio de una constante decepción. 







    



































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